Puede que muchos de los que nos leéis actualicéis regularmente vuestra versión de Windows 10, o de macOS, o incluso de vuestros móviles con Android o iOS, pero ¿qué pasa cuando lo que tenéis que actualizar es una impresora, un televisor, un router o una cámara de videoconferencia?
Lo cierto es que no todo el mundo lo hace. Una encuesta reciente de Canonical, la empresa responsable de Ubuntu, revela que el 40% de los usuarios nunca ha actualizado sus dispositivos conscientemente. Ese comportamiento hace que los fallos de seguridad nunca se puedan corregir a pesar de existir parches para hacerlo, y la cosa podría complicarse ante el futuro que plantea la Internet de las Cosas.
No actualizar puede resultar muy peligroso
En ese estudio participaron 2.000 consumidores, de los cuales solo el 31% con dispositivos conectados afirmaron que actualizaban esos dispositivos tan pronto como las actualizaciones estaban disponibles. Del resto como decíamos buena parte no los había actualizado jamás, abriendo la puerta a todo tipo de malware e intrusiones por parte de potenciales ciberataques.
Los responsables de Canonical enfocaban el estudio hacia la amenaza que este comportamiento supone para la Internet de las Cosas, con dispositivos que son muy distintos a nuestro móvil o nuestro portátil, y en los que recibir notificaciones de actualizaciones de seguridad o gestionar las actualizaciones automáticas no es de momento tan claro.
El problema de los usuarios, indicaba la encuesta, es que no creen que sea responsabilidad de ellos actualizar sus dispositivos. El 22% indicó que ese era trabajo de los desarrolladores software, mientras que el 18% indicaba que deberían ser los fabricantes del hardware los que deberían proporcionar esas actualizaciones.
No me grites que no te oigo
El estudio completo estará disponible en enero, pero desde luego estos datos preliminares reflejan una realidad preocupante: la de que efectivamente muchos usuarios no están demasiado atentos a esas operaciones de actualización.
La pregunta es: ¿deberían los fabricantes actualizarlos automáticamente, como sí se puede hacer en sistemas operativos como Windows? ¿O deberían avisarnos esos fabricantes o desarrolladores software de que existe una actualización para que nosotros decidiéramos?
Esa parece la opción más lógica para los que saben de tecnología, pero el problema es que para los que no están tan metidos en este campo —o simplemente no quieren estarlo por lo que sea— las actualizaciones automáticas parecen la mejor opción a la hora de evitar potenciales sustos.
Actualizaciones forzosas: quizás Google y Apple tenga razón
El problema que se presenta con la Internet de las Cosas es similar al que hemos vivido en el terreno de los dispositivos móviles, y en el cual hay dos planteamientos claramente diferenciados. En el segmento Android las actualizaciones OTA ofrecen mejoras en el sistema operativo, mientras que Google Play nos va avisando de que existe una nueva actualización para cierta aplicación.
Lo mismo ocurre en iOS, donde las actualizaciones del sistema operativo se ofrecen con relativa frecuencia, mientras que la App Store también avisa de que hay actualizaciones de aplicaciones que es necesario aplicar para poder corregir problemas y recibir nuevas características.
Aunque ambas plataformas ofrecen la opción de aplazar esas actualizaciones —la gente simplemente puede ignorar esos mensajes y avisos visuales— Apple es especialmente insistente y casi se podría decir que fuerza al usuario a actualizar, algo que entre otras cosas hace que la fragmentación sea mínima y que ayuda a minimizar problemas.
El problema de Android es que por mucho que Google quiera, son los fabricantes y las operadoras las que también tienen que poner mucho de su parte para actualizar el terminal. Eso hace que las nuevas versiones de Android tarden mucho en llegar (o no lleguen nunca) a ciertos dispositivos, y lógicamente expone a los usuarios a riesgos de seguridad en productos más antiguos.
La solución de Google ha sido la de separar cada vez más la base del sistema operativo de componentes, servicios y aplicaciones que sí podían actualizarse de forma independiente. Puede que ninguno tengamos Android 7.1.1 en nuestro smartphone, pero sí tendremos las últimas versiones de los Google Play Services o de aplicaciones como Chrome, Gmail o YouTube.
O puede que no: Microsoft no acertó con Windows 10
Por otro lado tenemos el caso de Microsoft con Windows 10, que fue especialmente polémico, y que demostró que esta cuestión es mucho más relevante de lo que parece cuando los cambios son tan importantes como el que planteaba la empresa de Redmond.
Forzar a actualizar desde versiones antiguas del sistema operativo demostró que muchos usuarios rechazaban esa opción a pesar de las posibles ventajas y mejoras en seguridad: su sistema operativo ya hacía lo que necesitaban, y no querían arriesgarse a perder productividad u opciones con un sistema que entre otras cosas (con sus luces y sus sombras) estaba orientado a protegerlos más y mejor de posibles ataques.
El cambio en ese sistema operativo era demasiado drástico, pero el acercamiento al problema para dispositivos conectados parece evidente. En un tema tan delicado como el de las actualizaciones, hay que informar y dar la opción de actualizar, pero muchos usuarios querrán despreocuparse, y por ello plantear la opción de actualizaciones automáticas será especialmente relevante para esas "cosas" que acabarán formando parte de nuestra vida.
En Xataka | Microsoft está programando la actualización a Windows 10 sin preguntarte
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