O eso quiere Satya Nadella, que de golpe y porrazo se quitó de en medio a Terry Myerson y casi casi a la división Windows hace unos días. Lo hizo humillando a esta última a ocupar un discreto segundo plano para dejar paso a la Microsoft del futuro.
Para la Microsoft Windows ya no parece demasiado importante. Lo que importa es la inteligencia artificial y la nube, las dos patas fundamentales de una estrategia que quiere mirar al futuro casi olvidando una plataforma que puso a Microsoft donde está ahora.
Windows ya no interesa (tanto)
La reorganización anunciada por Microsoft a finales del mes de marzo de 2018 supone la agria aceptación de Microsoft de un hecho que no por ser cierto es menos triste: la decadencia de Windows ya era evidente desde hace años para muchos.
El smartphone ha tomado el relevo como sustituto del PC en muchos escenarios, y Android e iOS han tomado el testigo de un sistema operativo de escritorio que ya no interesa (tanto). De repente nos encontramos con una Microsoft que por primera vez desde 1980 no cuenta con una división específica para Windows.
Esa división se parte en dos para difuminarse. Parte del equipo de ingenieros pasa al equipo de Azure, y la otra parte se suma a la división de Office 365: aunque seguirán existiendo versiones futuras del sistema operativo, estas aparecen como parte de un equipo distinto.
Como explicaba Ben Thompson en Stratechery, la visión de Nadella es totalmente opuesta a la de Ballmer, que en 2013 explicaba que destacaba que "al implantar nuestros recursos en la nube inteligente a lo largo de un rango de dispositivos, podemos hacer que los dispositivos Windows sean de nuevo los dispositivos que deben ser comprados".
Ballmer quería que Windows fuese el motor de la transformación de Microsoft, y por eso compró Nokia. Como se comprobaría tiempo después, aquella decisión era errónea —o al menos lo fue su ejecución—, y Nadella tuvo que deshacer el entuerto. Su 'Mobile First, Cloud First' (por cierto, la primera parte causa cierta sorna) ha acabado funcionándole a Microsoft, que ahora ve su futuro sin que Windows sea demasiado fundamental en él.
La estrategia de Nadella ha sido ejemplar y despiadada. Lo primero que hizo fue arreglar aquel desastre llamado Windows 8 que sus clientes más importantes a nivel de ingresos —las empresas— odiaban con todas sus fuerzas.
Lo hizo con un Windows 10 mucho más cercano al paradigma tradicional pero que además era ambicioso en otras áreas como la movilidad —demasiado tarde, nos tememos— o la convergencia. Aquello funcionó, pero solo fue un amago: para cuando Nadella cogió las riendas de la empresa de Redmond, Windows ya no era el futuro.
De la muerte de Windows Phone a la irrelevancia de Windows
Microsoft llegó irónicamente tarde al segmento de los smartphones. Y decimos 'irónicamente' porque fue de los primeros en llegar. Cuando a principios de los años 2000 presentó sus primeros smartphones basados en Windows CE la cosa prometía. Las expectativas no se cumplieron, y Microsoft se quedó aparentemente paralizada tras el lanzamiento del iPhone y de iOS.
Los esfuerzos de Microsoft con Windows Phone 7 y Windows Phone 8 fueron escasos y mal dirigidos en muchos ámbitos. Myerson culpó a la empresa de no "alinearse" con sus dispositivos móviles, pero como indica Thompson en su reflexión, aquella visión fuera probablemente demasiado 'ballmeriana' y demasiado miope. Para él Myerson
Ignoró que al llegar tarde Windows Phone era un producto que competía con ecosistemas completos, lo que significó que no había demanda de los consumidores, lo que significó que no había desarrolladores, a lo que se sumó la arrogancia de dictarle a los OEMs y las operadoras lo que podían y no podían hacer con el teléfono, destruyendo cualquier oportunidad de impulsar la distribución para lograr una masa crítica.
Ciertamente aquellos fallos fueron claves para acabar con una plataforma amada por muchos pero descartada por la inmensa mayoría. Los apoyos fueron insuficientes a todos los niveles, y Microsoft cambió de estrategia. Si no puedes con tu enemigo (en móviles), únete a él.
La empresa comenzó a hacer movimientos estratégicos clave para "infiltrarse" entre los usuarios móviles de iOS y Android, y hoy en día esa estrategia confirma sus aciertos: puede que no tengamos móviles basados en Windows 10, pero sí comenzamos a tener servicios y aplicaciones de Microsoft en nuestros móviles no-Windows.
Ese triunfo probablemente ha dado alas a la estrategia a largo plazo de Nadella, que mira al futuro sin importarle demasiado el pasado. Puede que se sigan vendiendo muchos más PCs de los que muchos creen (la inmensa mayoría con Windows) pero hoy por hoy eso no importa, porque Windows 10 ya es lo suficientemente bueno.
Tanto que el interés por esta plataforma se ha estancado. Ahora lo que llaman son las mejoras en plataformas móviles, y ya que Microsoft no puede meter la patita en ese campo de forma directa, lo hace de forma indirecta: con aplicaciones y, sobre todo, con servicios.
Windows, Microsoft pasa (bastante) de ti
Y así llegamos a ese anuncio de Nadella en el cual quedó patente que la que fue producto central de la estrategia de Microsoft durante casi cuatro décadas se convierte en un producto casi de segunda división.
Como apuntaba Thompson, Windows hizo que Microsoft se convirtiera en lo que ahora es, pero ahora toca lidiar otras batallas. Unas en las que la nube es el futuro inmediato y la inteligencia artificial el futuro a medio y largo plazo.
¿Acierta Nadella con esa decisión? Estratégicamente parece que sí, pero los viejos rockeros de Windows seguramente vean esto como yo: como una medida demasiado agria, demasiado despiadada, demasiado injusta.
Sobre todo para un sistema operativo que se lo ha dado todo a Microsoft y que sigue siendo clave para el día a día profesional de cientos de millones de personas en todo el mundo. Darle la patada a eso huele un poco a soberbia. Estratégica o no, pero soberbia.
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