Xbox One S All-Digital, análisis: una grandísima consola capaz de nadar a contracorriente

Con Xbox One S All-Digital, Microsoft firma una de las consolas más bonitas que han pasado por nuestras manos y, a su vez, también una de las más arriesgadas. Pese a ello, cabe reconocer que es una mínima revisión estética de lo que ya supuso Xbox One S en 2016 y, al menos en espíritu, un paso similar al que ofreció PSP Go hace una década.

Abanderada del salto a lo digital, las finas líneas de la máquina blanca abandonan la posibilidad de insertar discos en la máquina para adelantarse a ese futuro que ya lleva años entre nosotros, el de una industria con compras en la nube en vez de en centros comerciales y tiendas de barrio. Pero lo hace, muy a nuestro pesar, con los mismos problemas que ha supuesto el paso de juegos físicos a digitales: un precio poco acorde a sus posibilidades.

Xbox One S All-Digital

Precio

219 euros

Dimensiones

63,5 mm × 229 mm × 298 mm

Peso

2,45 kg

Resolución de vídeo de salida

720p, 1080p, 4K (HDR)

CPU

Jaguar 8 núcleos a 1,75GHz

GPU

12 CUs (914MHz) 1.23 TF GPU

RAM

8 GB DDR3

Almacenamiento

1 TB

WIFI

Dual band, 802.11 a/b/g/n

Conectividad

Gigabit Ethernet, HDMI 2.0a, S/PDIF, USB 3.0 y puerto infrarrojos

Fuente de alimentación

Interna

Pequeña y bonita en lo visual, potente en su interior

Viniendo del diseño de Xbox One S y planteando pocos cambios visuales, hay poco que rascar en lo que a impresiones se refiere. Mi evolución, desde una Xbox One original de la primera hornada a esta Xbox One S All-Digital, ha sido un cambio notable. El mueble del salón es el que probablemente más lo ha agradecido, deshaciéndose del cacharro que suponía aquella edición inicial y el transformador que le acompañaba.

Aquí, ocupando un 40% menos de espacio y con la fuente alojada en su interior, Microsoft ofrece una máquina más fotografiable que industrial. Una máquina que apenas llega a los 30 centímetros de ancho y mucho más corta, pasando de los 27 centímetros originales a apenas 23. Un cuerpo que invita a ser mostrado más que a luchar por intentar esconderlo.

Dando muerto por completo el uso de Kinect, su colección de puertos traseros se limita al HDMI de entrada -para ver la televisión a través de la consola-, el de salida, dos puertos USB, la toma de entrada de auriculares, la de audio óptico y, más importante que nunca en este modelo, la del cable Ethernet.

Sus tripas mantienen la misma experiencia. Aunque en menor medida por no servirnos como reproductor Blu-ray UHD, el culto al 4K se ofrece a través del vídeo bajo demanda y el streaming, así como también el agradecido paso al HDR en televisores compatibles con la tecnología.

Uno de esos detalles que, a base de colores más vivos, se agradece pero en absoluto resulta un salto cualitativo extremo.

De frente, probablemente la mejor idea que haya tenido Microsoft en años, abandonar la pijotada de los botones con sensor para ofrecer uno de los de toda la vida con el que encender la consola. Se acabó eso de iniciar la máquina limpiando o con el paso de alguna mascota.

Junto a él, el destinado a sincronizar los mandos, otro puerto USB y nada más, continuando las líneas blancas donde antes había una entrada de discos que ahora ya ni está ni se le espera. Una ausencia que sirve como protagonista de la obra pero que no la limita tanto como parece. Al menos si aquí has venido a jugar, claro.

Habituado a la descarga de juegos, tal vez lo que más he echado de menos durante la prueba ha sido poder hacer uso de la máquina como reproductor de películas. Si bien es cierto que como centro multimedia las opciones a nivel de vídeo y música están ahí gracias a la compatibilidad de servicios como Netflix, HBO o Spotify, la calidad 4K del streaming no es comparable a lo que puede llegar a ofrecer su hermana como reproductor Blu-ray UHD.

Una forma más de relegar ese espíritu a un segundo plano para centrarse en juegar, y eso que incluso sigue manteniendo la entrada HDMI para conectar la televisión o descodificadores de vídeo. Una opción a la que llegué a dar bastante uso en su día pero que cada vez carece de menos sentido.

El saludo a un futuro más digital que físico

El abrazo a Xbox Game Pass, el catálogo de descarga de juegos de Microsoft que por apenas 10 euros nos da acceso a centenares de títulos, es la principal baza que mueve esta Xbox One S All-Digital. Con 1 TB de espacio de disco duro y almacenamiento para más de una veintena de propuestas triple A, el objetivo de los de Redmond es seguir masajeando el servicio que, muy probablemente, marcará su siguiente generación de consolas.

Sumado al uso de fibra que no te haga esperar demasiado con sus descargas, el formato es infinitamente más cómodo que cualquier otra opción que se te pueda pasar por la cabeza. Con tres mudanzas a mis espaldas en apenas 10 años, cualquier atisbo de coleccionista que pudiese tener ha quedado completamente borrado de la faz de la Tierra, así que apuntar a un catálogo completamente digital no sólo me parece acertado, también muy aplaudible.

Con no pocos cambios en su interfaz a sus espaldas, la familia Xbox One ha evolucionado de la mezcla entre entretenimiento y juegos a un panorama mucho más enfocado a lo segundo. El poder acceder a a tu catálogo de forma fugaz con un par de combinaciones de menús es una auténtica gozada. Más aún cuando eso también supone poder navegar con toda la comodidad posible por todo el catálogo de juegos adquiridos en One, en consolas anteriores de la marca o en los distintos servicios de suscripción de juegos como Game Pass o EA Access.

Las referencias a Netflix son también ineludibles en ese sentido, pudiendo perderte durante un buen rato en todas las opciones disponibles si venías de adquirir juegos en digital en Xbox 360 o te has decidido a pagar por la suscripción de alguno de los citados catálogos en la nube.

Xbox One S All-Digital es el paso que, a inicios de esta casi extinta generación, Microsoft no se atrevió a dar. Y pese a haber sufrido los ataques de aquella intención, haber visto cómo los años han dado la vuelta a la situación y vislumbrado cómo el apoyo a Xbox Game Pass ha sido casi unánime, pese a toda esa experiencia, ha vuelto a errar en lo más básico.

Con la versión All-Digital a 229,95 euros como precio recomendado y la One S con lector de discos a 289,95 euros, se escribe a fuego en la cabeza del usuario una duda que no debería ni asomarse. Sólo periodos de rebajas especiales como Prime Day, Black Friday y similares, colocan la máquina digital de Microsoft al precio realmente competitivo con el que debería haber nacido.

Pese a contar con un disco duro de igual tamaño y tres juegos en su interior, Forza Horizon 3, Minecraft y Sea of Thieves, sólo la reducción más allá de los 100 euros respecto a la versión original hacen del salto una evolución realmente atractiva. Incluso para alguien como yo, dispuesto a dar puerta a todo lo que ocupe espacio en una estantería cogiendo polvo, hay opción a duda cuando ambas opciones están tan cerca la una de la otra.

Xbox One S All-Digital, la opinión de Xataka

Xbox One S All-Digital es una consola fantástica. Con un ruido mínimo incluso en las condiciones más duras (incluido un verano con ola de calor) y un cóctel perfecto para el que pretenda aderezarla con una suscripción a Xbox Game Pass, sólo la comparación de ofertas con su hermana original con disco es capaz de sembrar la duda sobre su potencial.

A quienes se planteen su compra o se decidan a dar el salto les espera una experiencia fantástica, casi inmediata en lo que a velocidad de uso se refiere e igual de fácil de gestionar que cualquier otra de sus versiones. Una máquina que ya no puede venderse como adelantada a su tiempo pero que sí se desmarca como la opción más coherente con el futuro digital que se nos avecina.

Superada la batalla entre lo físico y lo descargable, ahora queda por ver qué papel juega eso en el siguiente combate, el que enfrenta a la premisa de Xbox One S All-Digital con el streaming. Augurar vencedores en esa lucha es como posicionarse en plena época del Beta y el VHS, o el Blu-ray frente al HD-DVD, pero sí es fácil aventurar que a servicios como Google Stadia aún les queda mucho por demostrar frente a una tecnología que ya no tiene ningún tipo de sorpresa a la vista.

Descargas, juegas y a correr. Y lo harás a mayor o menor velocidad dependiendo de tu conexión, pero con 1 TB de espacio y catálogos como el de Xbox Game Pass, seguro que siempre tendrás algo a lo que agarrarte mientras la consola te avisa que ya puedes saltar de un juego a otro de forma instantánea.

Frente a sus hermanas, esta edición siempre será una opción menor por el mero hecho de ofrecer menos por casi el mismo precio, pero las fluctuaciones de cifras y ofertas pueden decantar fácilmente la balanza si entre las razones para la compra no hay exigencias respecto a juegos de segunda mano o coleccionismo de copias físicas. Si, como su nombre, apuestas todo a lo digital, es imposible que haya hueco a la decepción.

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